Rásgame culpa con tu afilada
daga de una sola estocada desde el pecho a las entrañas
para matar de la extraña la huella que dejó
marcada en los momentos que estuvo en este ser alojada.
Rásgame sin piedad, regocíjate en la
herida que más duele el corazón que
late estando muerto que toda laceración pueda
sufrir mi cuerpo. Rásgame culpa los ojos, los
ojos del pensamiento para cegar mi mirada y anular
entendimiento y no ver la cara amada mientras lo estaba
hiriendo cuando yo estaba siendo por la maldad devorada,
desnuda, cruel y ensañada. Rásgame culpa
la vida, abandóname a mi suerte y si encuentras
a la muerte procurando mi sendero dile que dé
la vuelta que al destino tendré apego hasta
gastar mis rodillas para pagar lo que debo, y si acaso
su insistencia avanza con paso cierto, deja que lleve
mi alma y la arroje en el averno, que aún quemándome
en las llamas del fondo del infierno subsistirá
la culpa cuando de mi fui expulsa por la maldad, en
aquella noche oscura del haber hecho llorar a quien
amo con locura.